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“Yo no viviré mucho tiempo. Pero aquí están estos muchachos que continuarán la lucha emprendida.

Ellos podrán llegar a realizar grandes cosas” Augusto C. Sandino (A.C.S El Pensamiento Vivo T.1.p.381)

Miguel Ayerdis
Docente/Investigador
UNAN-Managua

El 12 de noviembre falleció víctima de una neumonía a la edad de 95 años Stan Lee, un escritor y artista creador de héroes de comics, algunos de ellos vistos por generaciones desde los años 60 en gran parte del mundo. Nadie ha sido indiferente a las historias sobre Spiderman (El hombre araña), Hulk, Los Cuatro Fantásticos, frescos aún en la memoria colectiva de los diferentes conglomerados sociales, gracias al rampante sistema capitalista y consumista, en crisis pero aún hegemónico.

La curiosidad por conocer las reacciones en las páginas informativas, acerca de la noticia de la muerte de Lee, me llevaron a hacer el ejercicio de revisar lo que se estaba escribiendo sobre este famoso personaje que le dio mucha fama a la industria del entretenimiento, particularmente a Marvel. Entre las curiosidades encontradas, estaba la reacción del público, en la parte de “comentarios”, al final del escrito de una página informativa, donde al calor de las emociones y sentimientos, los lectores dialogaban o externaban sus opiniones, resumiendo el tema del fallecimiento del artista en un línea y media: “Lee, creo un héroe que con el tiempo no ha perdido su frescura porque se sigue reactualizando…”.

Personajes de los cómics, como El hombre araña, Superman, entre otros, tienen la particularidad de ser producto de la industria del entretenimiento que responde a la cultura capitalista de consumo, cuyo objetivo fundamental es la promoción de un “estado de bienestar” que combine sueños de vida y defensa del modelo. En este sentido, Lee reveló en la década del 60 del recién pasado siglo XX, sus inquietudes: [buscaba] “crear un personaje con el que los adolescentes pudieran identificarse”. El personaje del hombre araña apareció en 1962 por primera vez en la revista Amazing Fantasy, inspirado en los héroes pulp de los años 20 y 30 de este siglo pasado.

Un aspecto a destacar de la anterior referencia histórica, es el contexto en que aparece este y otros productos culturales (incluyendo Batman): la década del 60 del siglo pasado. Si bien es cierto, ya encontramos otros cómics que “buscan salvar al mundo”, entre ellos a la historieta racista de Tarzán de Edgar Rice Burroughs aparecida en 1914, justo en la crisis que conllevó la Primera Guerra Mundial, los cómics de la segunda mitad del siglo XX, estructuran un tipo de narración escrita y visual, cuyos episodios de vida de un personaje ficticio dotado de “accidentes” superiores al hombre medio (Peter Parker y sus superpoderes), busca representar la nueva heroicidad colectiva de la sociedad norteamericana, cuestionada por problemas estructurales internos, propios de estas sociedades de mercado: el racismo y las guerras imperiales. La altanería de la élite guerrerista de Estados Unidos se estaba poniendo en cuestión en Vietnam, por la épica lucha de las guerrillas emprendida por Ho Chi Minh (Engelhardt, T.; 242-251:1997)

La cita del comentario del nostálgico aficionado de los cómics plantea una serie de retos acerca de los valores y la narrativa que sustente el ideal colectivo de la sociedad. Se puede filosofar mucho acerca de la necesidad de un pensamiento situado y sus implicaciones sociales y culturales; el darle un giro al pensamiento a partir de premisas y enfoques nuevos que partan de experiencias culturales latinoamericanas, como el poscolonialismo y los estudios decoloniales, entre otros. La realidad es que estas corrientes de pensamiento se han quedado en cenáculos académicos, —y sin pretender ser crítico a ultranza (simpatizo con algunos enfoques) —, no han logrado permear en las estructuras mentales de las sociedades donde el capitalismo es defendido con todos los poderes que lo sustenta, ni mucho menos en nuestras sociedades periféricas vulnerables a las corrientes consumistas y reproductora de anti valores propios de este modelo depredador.

Retomando el criterio externado por el lector antes citado, que alude a la “frescura” y “renovación” que la industria del entretenimiento le impregna a los héroes de historieta para que no envejezcan, y relacionándolo con la poca receptividad de los enjundiosos estudios filosóficos y culturales de reciente aparición (3 o 4 décadas) que buscan un quiebre con el pensamiento de los “centros de poder”, se puede aventurar una hipótesis que explique la poca capacidad para estructurar una nueva visión des alienada del público latinoamericano: el discurso del capitalismo, pese a su crisis actual, sigue siendo superior, en términos de mimetismo y “reinvención”, articulando un discurso “pegajoso” que sigue calando el imaginario colectivo de las sociedades.

Las últimas generaciones están viviendo lo que se ha identificado como “presentismo”, donde la única categoría temporal, socialmente hablando reconocida es el presente, no simultáneo (Valencia García, 2007), que no distingue el futuro y rechaza como anacrónico o “sin utilidad práctica” cualquier representación del pasado. La falencia o debilidad de los enfoques culturalistas y filosóficos anteriormente mencionados, están en la indulgencia de la perspectiva histórica, y de la hasta cierto punto, densa y teóricas explicaciones acerca de lo que Elizabeth Jelin –parafraseando a Halbwachs– llama marcos sociales de la memoria como recurso que dinamice los procesos identitarios.

La memoria: pasado renovado desde el presente

Haciendo una revisión de las publicaciones de obras de clásicos como el Manifiesto del Partido Comunista, nos damos cuenta que los libros de Marx, al igual que los de Cervantes, Shakespeare, o Darío (para mencionar uno de los nuestros) entre otros, se siguen publicando año con año en nuevas ediciones. Entre las razones que pudieran explicarla están: la “frescura” de muchos de sus postulados; la recurrencia a la historia y al recurso de la memoria como forma de acercamiento al lector, implicando con ello todo un proceso intelectual de gran “vitalidad” (equivalente a “frescura” del aficionado a los cómics), dando la sensación de actualidad:

¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios…? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus adversarios reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?” (2007; p. 91).

Así como podemos hablar del pensamiento de Marx y su vigencia, también se puede hablar del pensamiento de José Carlos Mariátegui (el de la revista Amauta), quien en su enjundioso trabajo “Siete ensayos de Interpretación Peruana”, hace una radiografía de la sociedad peruana de la época, apoyándose en su análisis, en la teoría marxista, y poniendo como centro del problema el tema indígena, entre otros males. Es un texto cuya virtud está en la vinculación de la realidad nacional, su historia y su cultura, con las ideas universales emancipadoras. Podría discutirse su dogmatismo, siguiendo los postulados de la Internacional Comunista de la década del veinte, pero válido como exponente de un modelo de análisis latinoamericano.

Años después, el fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador, hará algo parecido a lo hecho por el intelectual y revolucionario peruano Mariátegui, al vincular la lucha nacionalista y antimperialista de Sandino con el análisis de los procesos revolucionarios de América Latina, pasado bajo el tamiz de la teoría Marxista. Es el Carlos Fonseca de “Sandino Guerrillero Proletario”, cuyo título sugerente y el enfoque de su contenido, encuadra el pensamiento de Sandino dentro de una perspectiva revolucionaria internacional y popular: Expresión del genio guerrillero de las masas populares, Augusto Cesar Sandino, precursor del nuevo tiempo, que hoy forjan los pueblos sojuzgados y tienen por paradigma cumbre al heroico Ernesto Che Guevara (p.368, C. F. Obras, T1).

Aquellos que han querido ver –no con cierta mala intención— el pensamiento de Carlos separado del de Sandino se equivocan. El héroe de las Segovias, hijo de un contexto particular supo estructurar un pensamiento apegado a sus raíces culturales, rescatando lo indo hispano como un elemento esencial en la construcción identitaria de la nacionalidad surgida de un “choque” cultural entre los pueblos de Europa y América ubicados al sur de Río Bravo: La salvación de nuestra nacionalidad latinoamericana está encomendada a la juventud, a los obreros y campesinos, la fuerza más vigorosa con que cuentan nuestros pueblos, cansados ya de iniquidad y del engaño, de la vileza y la explotación (p.80, P. Vivo T.2)

Fonseca Amador, interpretando con mucha sabiduría su tiempo, retoma el ideal del General de Hombres y Mujeres Libres, y lo inscribe dentro de las nuevas corrientes de pensamiento predominante y lo “reactualiza” dándole “frescura” a su pensamiento, dentro de las generaciones de los 60, 70, incluyendo los 80:

Hermanos nicaragüenses: seamos dignos descendientes de Augusto César Sandino, el más grande héroe popular de América Latina, que desafió victoriosamente a la más agresiva potencia imperialista: la bota yanqui…A la lucha, hermanos nicaragüenses: por la tierra, por el trabajo, por la cultura. (p.247, T.1 Obras).

De la premisa anterior, volvemos a una época nueva, cuyo contexto particular exige volver a “reactualizar a Sandino, si usamos la palabra del lector que citamos arriba. Es decir, volver a releer a Sandino, el de los manifiestos del Mineral de San Albino de 1927 pero también el del Manifiesto de Luz y Verdad:

Que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos ha querido tener postergados los imperialistas de la tierra (…) Las trompetas que se oirán van a ser los clarines de guerra, entonando los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos contra la injusticia de los opresores.” (1984; p.160: Pensamiento vivo de Sandino).

La reactualización y/o apropiación práctica discursiva del ideario sandinista, por las nuevas generaciones, implica recuperar lo que la socióloga mexicana, Guadalupe Valencia García, llama “visiones del tiempo” expresadas en concepciones socio históricas. Lo anterior significa que el pensamiento de Sandino debe verse no como un catecismo recitado de manera mecánica, sino como un pensamiento dinámico a partir de una lectura significativa que reconstruya y relacione acciones o hechos concretos facilitados por lugares históricos o por la recuperación de personajes históricos recreados en cada episodio relatado por el heroico guerrillero.

Lo que se plantea es acercarse al pasado con una visión del presente, teniendo conciencia de los tiempos y temporalidades (Valencia García) e indicando espacios o territorialidades múltiples, estando convencido que las sociedades no son homogéneas en sus experiencias colectivas e individuales. En este sentido, no debemos satanizar, –al contrario, incentivar—relatos visuales, escritos o en cualquier soporte, donde la experiencia o referentes contemporáneos, dialoguen con las vividas por el héroe de las Segovias.

Las reconstrucción cultural, social, política o espiritual de la zaga sandinista de finales de la década del veinte y principios del treinta del siglo pasado, debe traslaparse en su “escenificación significativa”, con la teoría y práctica construida al fragor de la forja de la lucha del FSLN del sesenta al ochenta y las experiencias de lucha neoliberal o globalizante de las décadas actuales. Las apropiaciones, los paralelismos y otras figuras como el intertexto o el palimpsesto en los procesos de intercambio cultural son esenciales para construir un discurso renovado, imperecedero.

Los textos de entrevistas hechas por periodistas de la época como Carleston Beals, Ramón de Belausteguigoitia, Emigdio Maroboto, José Román, incluyendo el texto de Lejeune Cummins, dan cuenta de un Sandino actual. Su vida y pensamiento político se desdoblan en cada una de las respuestas que da a estos hombres de prensa. Es un Sandino que ha dejado por un momento el pedestal de héroe para hablarnos con el mismo espíritu del poema “Como los Santos” de Leonel Rugama, de la dureza de la vida que le ha tocado. Pero también encontramos las “huellas” de Sandino en los testimonios y escritos de Ricardo Morales, Germán Pomares, Omar Cabezas y Borges para mencionar algunos. De igual manera, Sandino y su legado en las prácticas discursivas del día a día de los jóvenes comprometidos con el proyecto del Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, expresión de la segunda etapa de la Revolución cuyo sustento ideológico es el ideario sandinista.

Lo anterior es una forma de lograr que las jóvenes generaciones tengan conciencia que sus prácticas discursivas, tienen un vínculo semántico o cultural con Sandino y su ideario. Cualquier lectura que se haga del testimonio dado por el guerrillero segoviano a los periodistas que lograron conversar con él, son de una actualidad y riqueza de gran trascendencia: Mi madre se llama Margarita Calderón y era una empleada de una finca de mi padre. Soy (…) un hijo del amor o un bastardo, según los convencionalismos sociales, le dirá con sinceridad Sandino a José Román (p.219). Más adelante agrega: Y hubo días, muchos días, en realidad muchísimos días, en que estando mi madre postrada, haya tenido yo que salir de noche a robar en las plantaciones para no dejarla morirse de hambre. (P.219). En este sentido, no hay diferencia, en cuanto al impacto del testimonio de Pomares:

Hago mi primer y segundo grado; después me tienen que sacar porque no tengo ropa para ir a la escuela. Me acuerdo que mi mamá lloró porque si yo no podía ir más a la escuela, no podría ser carpintero para hacer otra casa, porque en la que vivíamos era de palma (1989; 12-14).

Otra expresión que hace del pensamiento de Sandino de actualidad, es el paralelismo de su gesta con figuras universales. Un autor que ha contribuido de manera importante a ubicar a Darío y Sandino en el “olimpo” de los grandes creadores y hombres de acción y de pensamiento, fue el Maestro Edelberto Torres Espinoza. En la década del treinta del siglo pasado, siendo asesor del Ministerio de Instrucción Pública (Hoy Ministerio de Educación), Torres Espinoza escribió una serie de textos donde ubicaba al Panida, al mismo nivel en cuanto a historia e incidencia en la construcción identitaria nicaragüense con la de Cervantes en España, Shakespeare en Inglaterra.

Con la figura de Sandino y su gesta Torres Espinoza hará lo mismo que con Darío. En la obra “Sandino y sus pares” (1981) este autor hace una de las primeras biografías políticas completas del legendario guerrillero (poco divulgada hasta hoy día) cuya narración descubre a un hombre, al igual que Juana De Arco y Tupac Amaru, que tiene en común su martirio. Comparten también, un lugar importante dentro del pensamiento y la cultura europea y americana: época y épica de lucha amalgamadas en un personaje que trasciende generaciones para modelar conductas y valores.

Para concluir, la zaga de Peter Parker mordido por una araña radioactiva que le permite desarrollar superpoderes, y combatir la injusticia y el mal tras el asesinato de su tío Ben, expresa una cultura y un sistema evanescente, frugal cuya narrativa y representaciones, al igual que otros héroes de la industria cultural, desde su aparición, responden a la creación de valores y prácticas discursivas que incentivan lo que Engelhardt, llama la “cultura de la victoria” de origen norteamericana. En la era de las revoluciones en las comunicaciones y redes sociales, las definiciones de los valores que identificaban conductas y/o formas de explicar el mundo, están siendo puestas en cuestión. La ética y moral de hace 60 años no es la misma de estos tiempos. No es gratuito escuchar, generación X, Millennials, entre otras, con el fin de comprender los nuevos comportamientos que las tecnologías y los sistemas de gobierno global, capitalista, están llevando a la humanidad.

Teniendo como telón de fondo el anterior contexto global, y sabiendo que, pese a que nuestros países van a la zaga del desarrollo de este modelo capitalista, estamos sujetos al sistema y por tanto vulnerables a las influencias o enajenaciones discursivas y prácticas. Esta condición, ha debilitado valores de pertenencia e identidad colectiva que contribuyen a la cohesión social y cultural de los pueblos. Es discutible el tema de la globalización y la supuesta “crisis” del concepto de estado y de nación, dado que los poderes centrales no responden a esta concepción como sí ocurre con los países de la periferia, sujetos a políticas de dominación o intimidación.

Ahora bien, la permisibilidad en el imaginario colectivo e individual de las nuevas generaciones de relaciones sociales y culturales refractarias a tradiciones o expresiones memorialistas, producto del modelo capitalista de consumo, hacen del presente un culto y del pasado un duelo. En este sentido, ¿cómo hacer que estas generaciones sientan que el pasado y sus usos por medio de la memoria o la historia, son esenciales para una vida plena e integral? Comprendiendo que nada nace por generación espontánea, los valores que sustentan las colectividades y las identidades en un espacio territorial, nacional, se han forjado por siglos y esa conciencia hace que podamos actuar con valores significativos que redunden en beneficio del bien común.

Es en este entronque con el bien común, donde las instituciones, el estado y los modelos sociopolíticos tienen razón de ser. Una de las formas de lograr que estas generaciones se apropien desde su presente del cúmulo de experiencias vividas por generaciones anteriores, es cultivando una narrativa que destaque figuras y acciones de consenso colectivo. Sandino, artesano, hijo de madre humilde, líder popular, hombre ejemplar, nos entrega esas facetas para que se dialogue con experiencias de vida actuales y la de otros “pares” nuestros que han forjado la patria “chica” y “Grande”.

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