UNAN-Managua

REPORTAJES

Reducción del riesgo, mejor prevenir que reconstruir

Reducción del Riesgo de Desastres, mejor prevenir que reconstruir

Los terremotos, erupciones volcánicas, incendios y huracanes pueden provocar desastres cuando los territorios y poblaciones se encuentran en situación vulnerable y no cuentan con las medidas necesarias para prevenirlo y evitarlo. A fin de reflexionar sobre la forma en que las personas y comunidades se encuentran expuestas a distintos tipos de riesgo, el 13 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres. 

Esta efeméride surgió en 1989 para promover la cultura de reducción de los riesgos en el mundo que cada año aumentan y cobran gran cantidad de vidas. Aunque Nicaragua ha sufrido el embate de diversos fenómenos, ha dado grandes pasos en el fortalecimiento de la gestión de riesgos y en el fortalecimiento de la cultura de prevención.  

Distintos organismos a nivel mundial recopilan y difunden datos sobre las catástrofes para que los gobiernos tomen decisiones que ayuden a reducir su impacto. En los últimos 30 años han muerto más de seis mil personas y tres millones se han visto afectadas en América Latina y el Caribe. Entre 1983 y 1989, sequías, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, huracanes y derrumbes, causaron la muerte de más de 34 mil personas.

De 1970 a 2019, en todo el mundo se registraron 11,000 desastres por fenómenos meteorológicos, climáticos o hidrológicos, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). En este mismo periodo, los riesgos meteorológicos, climáticos e hidrológicos representaron el 50% de todos los desastres, el 45% de todas las muertes registradas y el 74% de todas las pérdidas económicas registradas. En 2023, el número de víctimas mortales a nivel mundial por catástrofes fue superior a las 74,000 personas.

Nicaragua y sus diversos riesgos

Son diversos factores los que ubican a Nicaragua en un territorio en riesgo. Según datos del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER) en la zona del Pacífico unas 1,797 comunidades con casi dos millones de personas están expuestas a amenazas por terremotos debido a las características geológicas y localización, además de la existencia de factores que incrementan la vulnerabilidad, tales como el tipo de construcción, situación económica y cultural. Aquellas localidades que se encuentran cercanas a la zona costera están expuestas también a los tsunamis, esto incluye además al litoral Caribe por la población que habita islas y cayos.

La cadena volcánica mantiene en riesgo por erupción a 293 comunidades y a más de un millón habitantes de Chinandega, León, Managua, Masaya y Rivas. En otras zonas del país, 457 comunidades se encuentran en riesgo por deslizamientos; 596 por sequía y 700 por inundaciones, estas últimas debido a fragilidad constructiva, proximidad a la rivera de ríos y cauces naturales o urbanos, ubicación en zonas costeras bajas y aspectos culturales. Los huracanes, por su parte, tienen efectos directos en todo el país, aunque la Costa Caribe y el departamento de Río San Juan presentan mayor exposición, Chontales, Nueva Segovia, Managua, Rivas, Chinandega y León también se ven afectados por los huracanes. En el caso de los incendios forestales los mayores niveles de riesgo se encuentran en 531 comunidades a lo largo del país, en las que habita una población cercana a 160,000 personas.

Acciones desde la UNAN-Managua

El Gobierno de Nicaragua, a través del Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (SINAPRED), organiza cada año cuatro ejercicios nacionales de Preparación y Protección de la Vida ante situaciones de multiamenazas; a este esfuerzo se unen instituciones estatales, empresas privadas y universidades. La UNAN-Managua ha dividido los espacios de sus recintos en zonas para la evacuación de trabajadores, docentes y estudiantes; ha conformado brigadas de rescate, de primeros auxilios, protección, evaluación de daños, contra incendios.

Diversos proyectos de investigación o extensión universitaria son ejecutados por la UNAN-Managua para aportar a la prevención de los desastres; el programa Construyendo Resiliencia y Adaptación al Cambio Climático a través del empoderamiento de niñas y mujeres (RESchool/Es Res), ha aportado a la formación de estudiantes y profesores de las escuelas Santísima Trinidad y El Naranjal, de Juigalpa, en instalación de viveros, gestión de riesgo y medidas de adaptación al cambio climático; el Sistema de Monitoreo y Predicción de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el corredor seco centroamericano basado en análisis GIS e inteligencia artificial (IASAN) permite a los tomadores de decisiones gestionar e implementar proyectos previendo variaciones en costos, condiciones climáticas, amenazas, población, entre otros.

Este año, la UNAN-Managua fue sede del congreso internacional Experiencias de los Procesos de Alerta Temprana para Reducir Desastres «Construyendo un mundo más seguro desde la Persona, Familia y Comunidad»; el IGG-CIGEO organizó charlas enfocadas en microzonificación sísmica, el registro y estudio de eventos sísmicos y la gestión del riesgo en conmemoración del aniversario del terremoto ocurrido el 31 de marzo de 1931, que destruyó gran parte de Managua y provocó pérdidas materiales y humanas. Como parte de la maestría en Gestión Integral del Riesgo de Desastres se generaron estudios acerca de riesgos por gases volcánicos, sísmicos, inundaciones que ayudan a comprender el estado de ciertos territorios en cuanto a estos riesgos.

Mejor prevenir que reconstruir

Es más factible prevenir un desastre que reconstruir lo que provoca; en ocasiones los gobiernos gastan mucho dinero en la reparación de los daños causados por un desastre; en países en desarrollo es importante prevenir las afectaciones en los empleos, medios de vida y de producción para minimizar el impacto económico. Las medidas de ayuda y reconstrucción después de un desastre son clave por razones humanitarias y pueden incluir mejoras destinadas a prevenir o mitigar desastres en el futuro.

Las amenazas se deben gestionar de forma que se evite que terminen en desastre; implica el análisis de los eventos, la evaluación de la amenaza, la prevención y mitigación de su impacto, considerando todas las posibles amenazas naturales y antrópicas en cualquier proyecto de desarrollo. Aunque la inversión en tecnología para el monitoreo, predicción y alerta es importante, se debe invertir más en la recopilación de datos sobre ubicación, modelación, probabilidad y magnitud de los eventos para definir las medidas preventivas a tomar. 

El diseño y construcción de edificaciones más resistentes, mejora en drenajes, depósitos de filtración, restauración forestal, estudios de erosión, transporte y sedimentación son algunas medidas estructurales que pueden abonar a la prevención; mientras que la organización de comités de emergencia, creación de planes familiares y comunitarios, capacitaciones, aprobación de códigos de la construcción, uso de suelo y ordenamiento territorial constituyen medidas no estructurales.

Estas medidas deben partir del estudio y conocimiento de la naturaleza, el grado de degradación de los recursos, las causas de ese daño, el impacto de los fenómenos naturales y antrópicos y posibles proyectos sociales o económicos que pueden reducir o mitigar ese impacto. Esto se traduce en un buen manejo de proyectos de desarrollo a partir del buen manejo de amenazas, sean estas naturales o antrópicas.